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miércoles, 2 de junio de 2021

 DIÁLOGO E INDULTOS

La realidad de los indultos, si es que a estas alturas puede hablarse de alguna realidad, está superando a los propios agentes del debate que se ha abierto de forma previa a cualquier diálogo o atisbo del mismo. Bajo ideologías articuladas dispuestas a apoderarse del relato, el escenario queda marcado por figuras pétreas que difícilmente pueden conciliarse en una síntesis de la contradicción. Los propios conceptos bajo los que se oculta la realidad impiden ver elementos catalizadores que hagan de puente de unión toda vez que lo pensado como pensado-fuera-del-pensamiento tiene un devenir y un recorrido distinto a los propios conceptos por el que transita la realidad.

Una legislación que viene del siglo XIX difícilmente puede representar una realidad para la que no está preparada; conceptos que ya no son ni siquiera conceptos sino pensamiento-fuera-del-pensamiento, no en tanto que realidad de lo pensado, sino como objeto que se ha distanciado del pensamiento del que es hijo, no tienen la posibilidad de definir nada puesto que ya quedaron hace tiempo colapsados fuera del acto mismo del pensar, del conocimiento. Letra muerta, en el mejor de los casos. Una realidad en transformación requiere de otros términos para el diálogo.

La tensión crítica que se observa encierra dentro una tensión metafísica, tensión que se da entre el ES y el DEBE. Al distanciamiento ontológico hay que añadir la dificultad de la herencia de una moral no liberada y de una política no institucionalizada, al menos en los actuales términos establecidos en el 78 y desarrollos posteriores.

Los conceptos no consiguen articular el diálogo. Muchas definiciones funcionan como falsificaciones. Visto a la luz de la verdad que aparece en ellos falsificada y negada la articulación de un consenso debe aparecernos como una nueva estructura del ser que requerirá nuevas estructuras operacionales. Determinadas figuras políticas o instituciones públicas no funcionan ya  como lo que se supone que son las instituciones democráticas: órganos de diálogo y representación. El diálogo requiere de un lenguaje abierto que no es lo propio del lenguaje manejado por las ideologías articuladas que no demuestran, sino que imponen un discurso a través de la propaganda esparcida por los medios de comunicación que les son adeptos.

Un nuevo pensamiento operacional debe imponerse a la lógica social de unos planteamientos que pueden permitirse hacer a un lado la lógica y jugar con la destrucción. Un pensamiento que hunda sus raíces en terreno fértil de la metafísica de la diferencia.